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La hipertensión arterial (según la OMS) consiste en una elevación de las cifras de presión en el sistema circulatorio, que puede generar un daño crónico en los vasos sanguíneos y, con ello, pérdida de función de los distintos órganos al verse disminuido el flujo sanguíneo. Esto se produce porque el aumento de presión arterial genera un daño cardiovascular por la sobrecarga de la bomba del corazón y por la mayor fuerza de presión que se ejerce en los vasos sanguíneos . A esta afección mantenida a lo largo del tiempo la llamamos Hipertensión Arterial Crónica.
La hipertensión arterial no suele dar síntomas hasta que ya ha producido daños en el organismo. Por tanto, cobran importancia: las cifras de presión altas, el tiempo que persisten las cifras elevadas y la sensibilidad del órgano al aumento de presión.
Existen múltiples factores que favorecen el aumento de la tensión, entre los que destaca la edad y la predisposición genética. También puede ser influenciada por factores como descanso, estrés, obesidad, dieta, consumo de alcohol o tabaco, otras enfermedades, tratamientos o fármacos. Algunas de estas causas resultan modificables, por lo que los cambios orientados hacia unos hábitos adecuados benefician el control de la hipertensión.
En algunos casos, se puede producir una elevación repentina y muy marcada de los valores de tensión arterial (generalmente cifras superiores a 210 mmHg de PAS y /o 120 mmHg de PAD) que puede afectar a órganos sensibles. Ésta situación se denomina Crisis Hipertensiva y debe ser manejada mediante atención de urgencia para estabilizar las cifras de tensión arterial y así reducir el daño que se pueda producir en los órganos y manejar posibles complicaciones que puedan amenazar la vida de la persona.
También resulta de relevancia la hipertensión arterial durante el embarazo, ya que puede producir alteraciones en el correcto desarrollo del mismo e incluso desembocar en complicaciones, por lo que debe ser manejada mediante distintos especialistas en el embarazo (matrona, obstetra y médico/a de cabecera). Entre ellas destaca la preeclampsia, que puede poner en riesgo la salud del feto y la de la persona gestante, por lo que debe ser atendida de urgencia.