El resfriado puede producirse durante todo el año, pero es más frecuente en los meses fríos dado que los virus responsables sobreviven mejor a bajas temperaturas y a que, en épocas frías, es más frecuente que se pase tiempo en sitios cerrados y poco ventilados con otras personas, facilitando el contagio.
Se ha postulado también que el frío hace que los mecanismos que tiene la nariz para frenar y eliminar los virus funcionen de manera menos efectiva (por constricción de los vasos sanguíneos y peor aclarado).
Hay que tener en cuenta que las bajas temperaturas o “coger frío” de forma aislada no puede producir catarro, como se ha creído típicamente, al igual que no secarse bien el pelo o andar descalzo, si no que la relación se debe a el mayor riesgo de contagio de virus respiratorios en estas condiciones.
Hay algunos virus que tienen un patrón estacional más concreto, como los rinovirus, que son más frecuentes al inicio del otoño, o la gripe y el VRS (que suelen presentar un brote entre diciembre y febrero en el hemisferio norte), pero hay otros como los adenovirus que se mantienen más estables a lo largo del año (aunque también son infrecuentes en los meses de verano).