Uno de los pilares más importantes en las recomendaciones para mejorar la salud suele ser la prescripción de ejercicio (especialmente en el control de factores de riesgo cardiovascular o en algunas enfermedades reumatológicas). Sin embargo, en muchos casos suele ser una prescripción abierta e imprecisa que genera dudas acerca de qué tipo de ejercicio es el más adecuado, de cuánto deberíamos realizar y de si la actividad que realizamos de forma semanal ya es suficiente.
En primer lugar, tenemos que diferenciar actividad física (que es considerada cualquier actividad que provoca un movimiento muscular y que puede formar parte de nuestro trabajo o de nuestras actividades diarias) de ejercicio físico, siendo este último una actividad física planificada, estructurada y repetitiva realizada con un objetivo o meta que puede ser mejorar o mantener la condición física de la persona.
Por tanto, aunque mantengamos una actividad física elevada en nuestro día a día, no podemos considerarlo ejercicio puesto que no busca un objetivo relativo a la condición física. Así pues, podemos realizar ejercicio con el fin de:
Mejorar la forma física.
Mejorar la salud mediante la reducción de los factores de riesgo de enfermedades crónicas.
Preparar el cuerpo para la realización de otros ejercicios.
El ejercicio realizado puede estar orientado a la mejora de los siguientes parámetros:
Resistencia cardiorrespiratoria. Mediante actividades que empleen grandes grupos musculares de forma continua, rítmica y aeróbica (algunas de estas actividades son andar, correr, nadar, montar en bicicleta, canoa, bailar).
Al realizar un ejercicio repetido de resistencia, nuestro corazón y nuestros pulmones se adaptan con el fin de ser más eficaces y de proporcionar a los músculos que trabajan la sangre oxigenada que necesitan para realizar la tarea.
Fuerza y resistencia muscular. Mediante entrenamiento con ejercicios de carga de grupos musculares. Se pueden practicar:
Con el propio peso de la persona (saltar a la comba, escalada, fondos de brazos, etc.).
Con el peso de un compañero (carreras de carretillas, juego de la cuerda, lucha con un amigo, etc.).
Con actividades como lanzar la pelota, palear en canoa, remar, levantar pesas en un gimnasio, transportar objetos.
Flexibilidad (se trata de capacidad de las articulaciones para moverse en todo su rango de movimiento). Se entrena a través de estiramientos musculares y movilidad articular de grandes grupos musculares. Se pueden realizar técnicas estáticas y/o dinámicas.
Algunos ejemplos de ejercicios destinados a mejorar la flexibilidad son: el estiramiento suave de los músculos de forma dirigida, los deportes como la gimnasia, las artes marciales como el karate, las actividades como el yoga y el método Pilates, y cualquier actividad de fuerza o resistencia muscular que trabaje el músculo en toda su gama completa de movimientos.
Composición corporal. Mediante actividades aeróbicas para controlar o disminuir el peso corporal y la masa grasa, o mediante entrenamiento de carga para mantener el peso disminuyendo el porcentaje de grasa.
Coordinación psicomotora mediante:
actividades de equilibrio,
actividades rítmicas (bailar) ,
actividades relacionadas con la conciencia cinestésica, la coordinación espacial, la coordinación entre la vista y los pies (óculo-pie) como el fútbol; o relacionadas con la coordinación entre la mano y el ojo (óculo-manual), como los deportes de raqueta, o el lanzamiento o recogida de una pelota.