Dado que la mayoría de los virus causantes tienen múltiples variantes y no producen inmunidad duradera, las vacunas son poco eficaces a excepción de las de la gripe (en los serotipos incluídos) y el COVID (que previenen algunos de los casos más severos, pero dejan fuera la mayoría de los causantes, como los rinovirus). Se recomienda por tanto vacunar de estos virus a los niños en edad de vacunación, sobre todo cuando acuden a colegio o guardería.
Teniendo en cuenta las limitaciones de la vacunación, la mejor forma de prevenir la infección son las medidas de higiene, destacando entre ellas:
Medidas de higiene destacando el lavado de manos frecuente (intentando instaurar esta costumbre en los niños pequeños dentro de lo posible). También pueden realizarse lavados nasales y de los ojos con suero de forma preventiva en las épocas de mucha carga viral, sobre todo en niños de guardería al volver a casa, aunque la eficacia de esta medida es controvertida.
Uso de mascarilla cuando se tienen síntomas respiratorios para evitar el contagio.
Evitar el contacto con personas enfermas (este es el tema más complicado, dado que la falta de conciliación familiar en la mayoría de los trabajos de los padres hace difícil que puedan mantener al niño en casa cuando los síntomas son intensos).
Limpieza de superficies contaminadas, dado que los virus pueden sobrevivir varias horas en juguetes, mobiliario u otros objetos, que los niños tienden a contaminar con secreciones y luego compartir y llevarse a la boca.
Como ya hemos dicho, en invierno el riesgo de contagio es mayor dado que se favorece que las personas se junten más en espacios cerrados y poco ventilados, por lo que es una cuestión de responsabilidad individual de las personas que presenten síntomas el evitar contagios dentro de sus posibilidades evitando los contactos de riesgo y usando mascarilla (como ya hemos dicho, la conciliación familiar y laboral en ocasiones obliga a situaciones que no son las ideales a nivel de prevención y cuidados).
Otra medida muy importante y que no debemos olvidar es evitar totalmente la exposición al humo del tabaco en niños y la prevención del tabaquismo en adolescentes, dado que aumenta el riesgo y la potencial gravedad de los cuadros catarrales.
Por último, en los últimos años se ha comenzado a dar mayor importancia a la alimentación, a la microbiota y a ciertas condiciones especiales como favorecedores/protectores frente a las infecciones respiratorias. La mayoría de los estudios no son concluyentes por el momento y necesitan muestras más grandes, pero revisaremos aquellos que tienen mayor evidencia:
Vitaminas C y D: tienen un papel importante en el mantenimiento de la integridad de las mucosas y de la piel y además participan en un correcto funcionamiento del sistema inmune, por lo que se han utilizado a menudo para prevenir las infecciones respiratorias. Por el momento, y teniendo en cuenta la evidencia científica, es importante tener en cuenta que el consumo regular de vitamina C y D a las dosis diarias recomendadas sí es útil para prevenir infecciones, por lo que debemos realizar una dieta sana que evite carencias de las mismas y no esperar a la llegada de una infección para suplementarlas.
A pesar de ello, en casos en los que exista un déficit vitamínico o una mala nutrición puede ser beneficioso suplementar dichas vitaminas (enfatizando en mejorar la alimentación después para corregir el déficit de manera natural)
Zinc: tiene un papel importante también en la respuesta inmunitaria y en la reparación de las membranas de las células, por lo que es importante una ingesta adecuada diaria de este elemento para prevenir infecciones.
Hay estudios que sugieren que su suplementación podría disminuir la intensidad y duración de los síntomas del catarro o incluso prevenir su aparición, pero por el momento no son concluyentes y no se debe recomendar su uso de forma rutinaria en personas con alimentación sana y sin riesgo de déficit.
Probióticos, prebióticos y simbióticos: en los últimos años se están realizando cada vez más estudios sobre la relación de la microbiota con la salud y de su papel en el sistema inmune, en la prevención de infecciones e incluso en la absorción y conversión de nutrientes a nivel intestinal. La mejor manera de cuidar nuestro microbioma es realizar una alimentación sana y equilibrada (incluyendo lactancia materna de bebes), con alimentos frescos y evitar el uso injustificado de antibióticos y productos tratados químicamente.
Se están realizando numerosos estudios sobre la suplementación con probióticos, prebióticos y simbióticos en la prevención de infecciones de repetición e incluso de otitis en niños en guardería y los resultados son prometedores (entre otros muchos usos), pero por el momento no son suficientes para recomendar su uso de forma rutinaria (se puede plantear en casos seleccionados bajo indicación del pediatra, dado que sus riesgos son casi inexistentes).
Pirámide de la Alimentación Saludable (SENC, 2004)