La importancia de la hipertensión arterial es debida a que se trata de una alteración que generalmente no produce ningún síntoma hasta que ha provocado daño en los órganos. Además, este daño puede ser precipitado si existen otras causas o enfermedades que también participen en la lesión de los vasos sanguíneos o tejidos.
Los órganos que más frecuentemente se ven afectados son
Corazón: se trata de un órgano que sufre por partida doble. En primer lugar, debe realizar más esfuerzo para impulsar la sangre al resto de tejidos. Por otra parte, al nutrirse por arterias, es susceptible de que éstas sean lesionadas y se genere un fallo en el aporte de sangre al propio corazón.
Arterias: al estar sometidas a más presión, aumenta la probabilidad de que se generen lesiones en la capa interna de estas y favoreciendo la posibilidad de aparición de trombos (que disminuyen o interrumpen el flujo sanguíneo), también aumenta la posibilidad de que aparezca disminución del calibre de los vasos, dilataciones en sus paredes (aneurismas) o rotura de estas dilataciones.
Riñones: estos órganos están formados por millones de vasos sanguíneos microscópicos que actúan como filtro del organismo. El aumento de presión hace que estos vasos se dañen y se produzca una pérdida progresiva en la funcionalidad de los riñones.
Cerebro: también se trata de un órgano muy vascularizado y con mucha demanda sanguínea, por lo que alteraciones en el flujo que le llega al tejido o lesiones en las arterias que le irrigan puede generar aparición de enfermedades repentinas (Ictus isquémico o hemorrágico, accidente isquémico transitorio, encefalopatía hipertensiva) o alteraciones por lesión crónica (Demencia de causa vascular)
Ojos: también son órganos muy vascularizados y las lesiones de estos vasos pueden generar afecciones agudas (como sangrados intraoculares o trombosis de los vasos) o afecciones crónicas, como ceguera por lesión crónica y pérdida progresiva de su función.