Si las cifras de tensión no se controlan con los cambios en el estilo de vida que se hayan podido instaurar o si la situación requiere realizar un control de la tensión de forma más estricta se pautará medicación. El objetivo de la medicación es aumentar la expulsión de sodio en la orina (que arrastra agua del organismo bajando la tensión) y relajar la resistencia que se ejerce en las arterias (mediante el bloqueo de estímulos hormonales que modifican la tensión arterial).
Existen distintas familias de fármacos que permiten el control de la tensión y que pueden ser pautados en el domicilio:
IECA. Son los fármacos más comúnmente utilizados, participan en la eliminación de sodio y en la disminución de la presión de las arterias. Tienen una duración de efecto que permite ajustar el control de la tensión según las características del paciente. Tienen otras indicaciones como prevención de patología renal o cardíaca a dosis bajas en pacientes susceptibles. Suelen acabar en -pril: enalapril, lisinopril, ramipril, captopril…
ARA2. Similares a los anteriores en sus efectos e indicaciones por lo que no deben ser pautados a la vez para evitar sumar efectos secundarios. Además, resultan menos económicos, por lo que habitualmente se utilizan si existen indicaciones especiales como: en diabetes mal controlada, infartos recientes o algunas alteraciones renales; o si existen contraindicaciones o efectos adversos a los anteriores. Este grupo suele acabar en -sartán como: losartán, valsartán, olmesartán, telmisartan, irbesartán…
Bloqueador de los canales del calcio: realizan un bloqueo sobre los propios vasos sanguíneos relajando la musculatura que lo forman y ensanchándolos. Puede ser añadido si no se consigue control con alguno de los fármacos anteriores pero debe ser vigilado por posibles efectos secundarios como el edema maleolar (que resulta en una hinchazón de los tobillos y pies) pudiendo suponer una molestia. Esta familia tienen nombres que acaban en -dipino: amlodipino, nifedipino, nicardipino, manidipino…
Diuréticos del asa. Se trata de unos fármacos muy potentes, por lo que resultan útiles si no se consigue un control adecuado de la tensión mediante la combinación de los anteriores. Su efecto consiste en la eliminación de iones (Sodio, potasio, cloro calcio, magnesio,...) y agua a través de los riñones que permite la disminución de la tensión. Su potencia elevada implica que necesitan una vigilancia, dado que pueden necesitar ajuste de dosis ante cambios en la dieta e ingesta de líquidos, aumento de la sudoración, calor, etc… Los más utilizados son la furosemida y la torasemida.
Tiazidas: este grupo de fármacos impide que se reabsorba sodio y potasio en los riñones favoreciendo su expulsión. Forman parte de esta familia: clorotiazida, hidroclorotiazida, indapamida, clortalidona y metolazona.
Fármacos ahorradores de potasio: el nombre de esta familia explica su efecto. Esto favorece que el sodio se expulse por la orina al impedir el intercambio por el potasio. Estos fármacos son: espironolactona, amilorida y triamtereno.
Resulta de interés saber que estos fármacos pueden ser combinados entre diferentes familias pero no con los de la misma familia para evitar efectos adversos. Al igual, hay fármacos que son indicados para otras enfermedades que pueden modificar la presión arterial como los fármacos indicados para algunas patologías cardíacas, renales o prostáticas.
Está recomendado realizar analíticas sanguíneas y urinarias de control cada año durante el tratamiento con estos fármacos para conocer el estado de los iones. También se recomienda realizar un control de iones durante el mes siguiente a un cambio de tratamiento, sobre todo con los fármacos más potentes.
Los fármacos utilizados para tratar la tensión pueden requerir también un ajuste de dosis en función de la dieta, el ejercicio, el calor y el consumo de líquido, alcohol o tabaco u otros fármacos.